Ros Boisier reflexiona sobre la desaparición y muerte de las personas que intentan llegar por mar a Europa en precarias embarcaciones fletadas por las mafias. Mediante la fragmentación del tiempo y la repetición como estrategias discursivas, pretende abarcar algo que es de por sí inabarcable: la magnitud de la tragedia.
A través de un paisaje marino redundante y un ejercicio de identificación, Ros Boisier desea expandir el tiempo de las pérdidas humanas para empatizar con ellas, a pesar de la distancia y el mutuo anonimato. Experimenta con las posibilidades de la imagen técnica para representar de forma simbólica y discontinua los instantes que preceden al fallecimiento de los migrantes y su posterior registro como datos de vidas perdidas. La propuesta consiste en dilatar el tiempo continuo de un registro directo para crear un tiempo fragmentado que requiere de la percepción individual para su lectura e identificación.
La confrontación de ambos tiempos se construye a través de una videoinstalación de 2 minutos de un mar con oleaje casi imperceptible y 6 piezas que contienen la secuencia reticulada y ordenada cronológicamente de los 2.880 fotogramas que conforman los 2 minutos del vídeo y que finaliza con la profunda oscuridad como evocación de la no vida. La elección de este paisaje marino en calma alude a la contemplación de un lugar primigenio de vida y muerte. Los 2 minutos simbolizan los momentos previos al ahogamiento de los migrantes en el mar.
Desde 2014 el proyecto Migrantes Desaparecidos de la Organización Internacional para las Migraciones registra el número de personas que pierden la vida en los trayectos migratorios. En la actualidad más de 50.000 personas han fallecido en todo el mundo; 26.325 de ellas en aguas europeas.